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viernes, 21 de junio de 2013

Brasil nas ruas (Brasil en las calles), más de un millón de brasileños y más de cien ciudades

La noche de ayer jueves marcó el punto álgido del movimiento de protesta que está colocando Brasil en el centro de la prensa internacional.
Más de un millón de personas tomaron las capitales más importantes del país, y muchos de sus municipios, en una noche de enfrentamientos generalizados que ha dejado, hasta el momento, un muerto, por atropellamiento, decenas de heridos y un número indeterminado de detenidos.
La situación es tan complicada que la presidenta del país, Dilma Rousseff, ha cancelado un viaje al exterior del país, y ha solicitado una reunión de urgencia para hoy viernes. Dilma ha solicitado a los miembros de su gabinete que no abandonen la capital del país.
Más de 350 mil personas en Rio de Janerio, donde se han registrado 40 heridos, de 100 mil en São Paulo, 85 mil en Manaus, 80 mil en Recife, y así hasta cerca de 100 ciudades del norte al sur de Brasil, en un día histórico, sin precedentes en el mismo, y que ha dejado atónitos a las autoridades estatales y federales, han tomado las calles de las ciudades brasileñas.
Las diferentes autoridades del país todavía se están preguntado ¿por qué?, ¿cómo? y ¿de dónde? ha surgido este movimiento que se ha ido trasladando estado por estado y ciudad por ciudad, hasta alcanzar toda la geografía del país.
Las redes sociales, internet y la velocidad de la comunicación está uniendo movimientos en lugares tan dispares como Turquía, Bulgaria o Brasil, con símbolos comunes, y especialmente con un común denominador, la juventud. Tampoco se puede dejar de observar los nexos con el movimiento de los indignados europeos. En ese sentido es común ver en facebook o twitter frases como "aprendimos con los indignados de Madrid y del sur de Europa".
Son centenas de miles de brasileños que se volcaron a las calles de unas 100 ciudades de su país para exigir servicios públicos de calidad y denunciar los gastos del Mundial de fútbol. Un movimiento que no ha cesado pese a una ola generalizada de rebajas del precio del transporte, cuyo aumento fue el gatillo que desató las protestas.
Esta intensidad de las movilizaciones sólo es posible gracias a las redes sociales que hacen posible organizar protestas rápidamente, reaccionar a la represión con igual velocidad, y librar una guerra de mensajes tan efectiva, que los medios tradicionales y las maquinarias de relaciones públicas quedan reducidas al ridículo y sepultadas por la indiferencia de los miles y miles de jóvenes activistas, que han dejado de lado el seguimiento televisado, muchas veces parcial, de las revueltas.
Imagen de la manifestación de Recife. YASUYOSHI CHIBA (AFP)
Los ataques perpetrados por grupos de manifestantes a los centros de poder de los diferentes estados o municipios, como las sedes de gobierno o de las municipalidades, son significativos en el sentido de que este movimiento va más allá del aumento de las tarifas del transporte público. Así poco a poco se han ido incorporando consignas en sus manifestaciones. Entre ellas podemos encontrar algunas como, "Queremos educación", "No a la corrupción", o "Sanidad de calidad". "¿Hay mucha gente en el Maracaná? (en referencia al partido que estaba jugando España contra Tahití por la Copa Confederaciones). Imagina entonces en la fila de Emergencias de un hospital público", se leía en una pancarta en la manifestación de Rio de Janeiro.
En Brasilia, los manifestantes marcharon hasta el Congreso y se dirigieron luego hacia el Planalto (palacio de la Presidencia), cantando "Soy brasileño con mucho orgullo". La Policía frenó su paso con varias barreras de seguridad, bombas lacrimógenas y tiros de pelotas de goma. "Hasta el Papa renunció, Feliciano, tu hora llegó", gritaron los manifestantes, exigiendo la renuncia del diputado, y pastor evangélico, Marco Feliciano, que preside la Comisión de Derechos Humanos y Minorías de la Cámara baja y es acusado de homofobia y racismo.
En la capital del país, las fuerzas antidisturbios recurrieron a los gases lacrimógenos, y las balas de goma, para impedir una pacífica, y simbólica, toma del Congreso. Horas después, la policía tuvo que recorrer a la fuerza para parar la invasión, y el intento de incendio del Palacio Itamaraty, sede del ministerio de Exteriores. Uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad, diseñado por el arquitecto Oscar Niemeyer.
En Brasil, aunque la espoleta de las manifestaciones populares haya sido el aumento de la tarifa del transporte público, no podemos dejar de lado que el movimiento, en general, significa una toma de conciencia popular de la real situación del país, y la prioridad de sus políticos. Una variedad de pancartas reflejeban el pensamiento del pueblo, "menos estadios, más hospitales" o "queremos una educación padrón FIFA". La determinación del gobierno, durante los últimos años de darle prioridad a la infraestructura deportiva antes que a la social (sanidad, educación, transporte...) puede no haber sido el desencadenante de las protestas, pero si ha sido lo que ha colaborado en la explosión de un malestar acumulado durante mucho tiempo.
Un reportaje de la BBC, comparando los movimientos en Turquía, Bulgaria y Brasil, termina con el siguiente comentario, "Aunque comparativamente más pequeñas, las protestas en Bulgaria el miércoles pasado por el nombramiento de un controvertido jefe de servicios de seguridad volvieron a poner en el tapete los temas que unen a quienes salen a las calles en muchos países: no se trata de la pobreza, dicen los manifestantes. Se trata de corrupción, de la vergonzosa naturaleza de la democracia, la política de camarillas y de una élite dispuesta a quedarse con la tajada más grande de la prosperidad generada por el desarrollo económico".
Brasil está demostrando que no son los 20, 15 o 10 centavos de real, según la localidad, se trata de un movimiento mucho más global, que reclama de las defeciencias del sistema, ante la indiferencia de las autoridades, de la corrupción endémica, de la violencia policial, de la falta de calidad de los servicios públicos, de la falta de seguridad en el país, de la manipulación de la información, que se centra en la pobre actuación de un 5%, con sus actos de vandalismo y su violencia continua, antes que en la del 95%, que ejerce el derecho democrático de la libertad de manifestación y de expresión, con una actitud pacífica y festiva.
"Não a la violência" o "Sem violência" eran los lemas más coreados cuando los provocadores, radicales o infiltrados, iniciaban sus actos violentos para terminar con las marchas pacíficas, y dar lugar a una violenta represión policial, que a su vez generaba auténticas escenas de guerra, con gases, balas de goma, sprays pimienta, etc. usándose de manera indiscriminada. Una plaga que, en mayor o menor medida, han sufridos las capitales más importantes.
Cada vez más personas y cada vez en más paises, los ciudadanos se oponen a un sistema democrático poco transparente, dominado por una élite económica y social, con unos políticos alejados del pueblo, o sea de aquellos que los votan, formando un gobierno de élites que actúan con absoluta impunidad, sin rendir cuentas de sus actos y con total opacidad de los mismos, que se resume en una falta de democracia efectiva, que se acompaña con represión policial.
Máscara de Guy Fawkes
Fotografía capturada de la web de BBC Mundo. Con manifestantes de Turquía y Brasil.
El uso de la máscara de Guy Fawkes -popularizada en el filme V for Vendetta- es una simbología más del nexo entre las protestas de diferentes países y su globalización a través de las redes sociales.
El movimiento se disolverá, casi con toda seguridad, con el fin de la Copa Confederaciones, que ha situado a Brasil en el palco del escenario internacional, pero que no se olvide la clase política y dirigente que el próximo año el país vivirá dos eventos, uno internacional, la Copa del Mundo de Fútbol, y el otro nacional, las elecciones presidenciales en octubre de 2014, que pueden reinventar el movimiento. 

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